Ante la reciente postura de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), los actuales códigos civiles,
que en la mayor parte de los estados de la República Mexicana sólo permiten
matrimonios entre hombres y mujeres, deben ser reformados. Así, el matrimonio
se vuelve un contrato igualitario, con indiferencia al sexo de los
contrayentes. La SCJN en México, como autoridades en otras partes del mundo,
consideran ahora que el matrimonio entre personas con el mismo genero no
vulnera los derechos de terceros y, por el contrario, se reconocer a todas las
personas con independencia a su preferencia sexual, como ciudadanos con iguales
derechos y obligaciones, fortaleciendo proyectos democráticos que avanzan en el
reconocimiento de derechos humanos.
Este cambio de paradigma social,
ante la postura conservadora de las iglesias, evidentemente generará un cisma
entre la población, que sin abandonar su fe, apoya este movimiento de cambio
cultural.
En las ultimas semanas, los medios
han dado cuenta, como representantes de las iglesias han emitido mensajes
discriminatorios, convocando a marchas multitudinarias, propuesto talleres para
la sanación de la homosexualidad,
plebiscitos sobre el asunto y hasta recetas de chochos. El hecho es que
las jerarquías eclesiásticas deben enfrentar nuevos desafíos en una sociedad,
caracterizada por la secularización, la indiferencia religiosa, el pluralismo
cultural, religioso y étnico; así como, las dramáticas consecuencias de una
crisis económica en los sectores más vulnerables de la sociedad, entre ellas el
incremento de la desigualdad en una sociedad políticamente por momentos mas
activa; que desarrolla nuevas y creativas formas de participación política,
frente a una democracia representativa que no representa a las ciudadanos. Una
sociedad que considera como el principal y más grave problema la corrupción
-instalada en las cúpulas del poder- contra la que se inconforma.
En este contexto, la defensa a
ultranza de la institución matrimonial, que hacen las iglesias ha quedado
expuesta al escarnio público por parte de algunos colectivos muy influyentes y
al rechazo de sus posiciones por parte de sectores importantes de población.
Sin embargo, no importando esto, se amparan en defensa de lo que llaman,
“respeto de la dignidad de la persona humana y a la verdad sobre el hombre”,
cuando con sus declaraciones y actos, en realidad parecen defender sus cotos de
poder político.
¿Quién puede creer, en
instituciones cuyos púlpitos y dignidad sacerdotal es frecuentemente cuestionada?
¿Quién puede demostrar que el
matrimonio entre personas con el mismo genero vulnera los derechos de terceros?
¿No creen que en una sociedad,
donde la violencia resulta un factor preocupante, la intolerancia resulta un
pecado?
…pero usted ¿cómo quiere sea su
México?
RCL.08-2015
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